viernes, 10 de junio de 2022

Colombia SUPEREMOS LA INCERTIDUMBRE, LA DESCONFIANZA Y LA DESESPERANZA


Carta abierta a los indecisos, apáticos o inconformes ante la encrucijada electoral - junio 2022

El extravío nacional de violencia, corrupción, desigualdad, mentira y cinismo en la política, que nos trajo hasta esta aparente sin salida de incertidumbre, desconfianza, estrés, pasiones tristes como el odio y el resentimiento, y apatía o desesperanza, parece estar llegando a su fin por la clara decisión ciudadana de no aplazar más un cambio profundo en la gestión pública, expresada en una votación que generó la derrota de los partidos y de la clase política tradicional.

Hemos llegado a un punto en el cual se trata de preferir un candidato u otro, dentro de una personalización extrema y una desinstitucionalización de la política, cuya más evidente expresión es el espectáculo deprimente de las cúpulas y de los líderes de lo que queda de los partidos que han dominado el Estado durante las últimas décadas, corriendo como en el juego de la última silla a ver quién se queda sin puesto, sin importar cuántos codazos ni cuántas mentiras tengan que dar y decir ahora, para justificar su cínica improvisación. Quienes estamos fuera de ese juego, en todo caso asombrados de su cinismo y falta de vergüenza, no podemos tomar una decisión basada en intuiciones y emociones en torno a lo que podríamos apreciar como el mal menor, referido al candidato con menos carga negativa, sin relacionar el asunto con decisiones más de fondo alrededor del país en el cual vivimos…

Asistimos a dos procesos paralelos que ha vivido el país en las últimas décadas, uno político y otro social, que tienen algo en común: la desconfiguración explícita e intencional de lo relacionado con el Estado como un terrible mal de la sociedad, propia de la filosofía política neoliberal, para la cual sólo el mercado debe resolver la organización y el funcionamiento de la gestión pública. Dicho proceso empezó en países como Estados Unidos, Inglaterra y Chile, hace más de cuarenta años, y en el caso de Colombia se aplicó desde el año 90, con resultados devastadores, pues estuvo acompañado por procesos de violencia y despojos territoriales, el crecimiento de las mafias del narcotráfico, y el auge de la corrupción como forma de acumulación de riqueza de unos pocos, a costa de los recursos públicos, pero también de las costumbres sociales asociadas al respeto por el buen vivir, y desde  entonces obligadas a un “sálvese quien pueda” propio de la filosofía del éxito por encima de todos y de todo.

Por todo ello, esta encrucijada electoral nos asoma a un abismo que convoca a una idea de salvación que viene de afuera, asociada a alguien capaz de darnos las soluciones que requerimos; y nos toma por asalto la paradoja de tener que confiar en el menos malo de los dos candidatos, para no dar el salto al vacío que nos ofrecen la destrozada realidad política y la crítica situación social y económica.

¿Cómo resolver esa paradoja? La invitación es a ir un poco más allá de las pasiones tristes y amargas, e intentar relacionar cada candidato con ese trasfondo de crisis y destrozos… Responder dos preguntas, y asumir una postura que vaya más allá de lo electoral.

Dos preguntas:

¿Cuál candidato se acerca más, por su trayectoria y por su coherencia a proponernos una recomposición de lo público, y a enfrentar las crisis sociales, a través de su programa y de sus propuestas?

Y, ¿cuál candidato está interpelando mejor la realidad social en su complejidad, su crisis y sus retos?

El nombre que elijamos como respuesta, ¡debe ser por el cual votemos! En efecto, conocidos los antecedentes, los programas, y las intervenciones durante la campaña, al igual que lo que hemos sabido sobre sus personalidades, sus capacidades y su entendimiento de la realidad de la sociedad y de la organización del Estado, no es difícil hacer el balance.

La postura:

Pero es obvio que, dada la magnitud y complejidad de esta crisis, la postura debe ir más allá de lo electoral, y nos aboca a otra pregunta: ¿cuál es nuestra disposición a ser proactivos, y a no dejar sólo en manos de un supuesto salvador las soluciones que tenemos que asumir como personas y como sociedad? Estamos frente al reto de entender que, producida la elección, tenemos la responsabilidad de adelantar una sostenida acción colectiva, que nos conduzca a las transformaciones profundas que históricamente reclama nuestra sociedad, tanto en el plano del estado como en el de nuestras actitudes cotidianas y nuestras propias costumbres, también permeadas por aquella descomposición.

Tal vez la vieja frase de un presidente norteamericano, cuando su país estaba en circunstancias parecidas a las nuestras, pueda darnos una señal al respecto: “No preguntes qué puede hacer el país por ti, sino qué puedes hacer tú por el país”.

¡Y, en efecto, se trata de actuar! Por ahora, empecemos por un voto reflexivo y consciente, para luego recorrer un camino quizás más difícil y prolongado, asumido desde nuestras pasiones alegres, fundamento profundo de la recuperación de la esperanza y la reconstrucción del buen vivir.

Firman:

Vecinos, padres y madres de familia, jóvenes y abuelos, mujeres, personas lgbti, empleados públicos y privados, desempleados e informales, mendigos, trabajadores y campesinos, estudiantes de todos los niveles, profesores e investigadores de la realidad social, y por la organizaciones y colectivos sociales que nos agrupan.



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